Procedente de Londres, la llama olímpica aterrizó en Madrid el 27 de junio de 2004. Tras un paseo en Metro, durante algo más de dos horas y protegida en un candil plateado, la antorcha fue portada por treinta relevistas por las calles madrileñas hasta llegar a la Puerta de Alcalá, donde el Príncipe Felipe fue el encargado de encender un pebetero.