Es uno de los edificios más hermosos y mejor compuestos de la Gran Vía, aunque su sencillez pasa casi desapercibida. A pesar de no contar con el proyecto original, si tenemos en cuenta que el cliente fue el Banco Urquijo y la similitud con otros edificios, como el contiguo nº 6, podemos atribuir la autoría de la obra a los arquitectos José María Mendoza y José Aragón. Es claramente un edificio de oficinas en la línea de los ejemplos que, a mayor escala, se desarrollaron en Norteamérica. El tratamiento rotundo de su frente y la fuerza de sus componentes no es discordante con la ligereza de los grandes vanos acristalados en una fachada plana, que consigue ser potente y rica sin ser grandilocuente.