La Gran Vía se convierte en escaparate del lujo y escenario propicio para la instalación de tiendas exclusivas como es el caso de la casa de modas Monfort situada en el primer tramo de la calle y cuyo salón probador da una idea del tipo de clientes a los que atendía. Como dice el artículo de la revista Estampa de la que se extrae la imagen el modisto puede proporcionar a sus clientes ese "algo que diferencia; que da originalidad aun entre iguales".