Busto de madrileña ataviada con mantilla, prenda muy castiza por su especial complicidad y adaptación al lenguaje corporal de las españolas y elemento destacado del vestido de maja.
La mantilla se utilizaba como complemento dentro del ajuar femenino. Podía ser blanca y negra y se empleaba al salir a la calle y se retiraba al entrar de visita en una casa. Adquiere gran importancia a principios del siglo XIX, coincidiendo con el desarrollo que va tomando el peinado femenino cada vez más alto y complicado.
(Comentario del Catálogo de la exposición "Madrid 1808: ciudad y protagonistas")