Proyectado por Villanueva en 1804, es el primer cementerio de Madrid que responde a la Real Cédula de 1787 con la que se obliga a situar estos lugares extramuros de las poblaciones. Este cementerio quedaba cerca de la actual glorieta de Quevedo, en la embocadura de la calle de Arapiles, y fue bendecido en 1809, ampliado por Antonio López Aguado en 1816 y demolido en 1910.