La fábrica de jabones y lejías Catarineu fascinaba a los niños de Aravaca: el humo de la chimenea, el olor, la sirena a las trece horas que se escuchaba en todo el pueblo. El párroco, Don Pablo, recuerda que los dueños, Tómás y Rita «eran muy simpáticos e impartían también los cursillos de cristiandad en la parroquia». Actualmente la fábrica es una urbanización cerrada.