Julián Hernández Prieto, el padre de Carolina, un hombre muy querido en Aravaca, tenía un músculo en el antebrazo desarrollado de ordeñar vacas. Aquí estaba reduciendo a la vaquilla: «Le metía los dedos en la nariz para sujetarle la cabeza». Julián y Toñi se casaron en el 73, un año después de esta foto. El año siguiente dejaron de hacer la plaza de toros en la Plaza de la Aurora Boreal. Si no tenía ninguna guardia ni retenes, se iba a repartir leche. «¡Me vas a arruinar, Julián», le decían en el cuartel.