El 2 de mayo de 2020 nos devolvieron un poco de aire. Madrid parecía estar en una extraña celebración de distancias, miradas y silencios. Bailén era mi límite de aquel kilómetro que no podíamos traspasar, y desde hacía semanas no paraba de pensar en ver el atardecer desde Vistillas. Ese paseo lo hice solo, tal y como pasé el confinamiento, echando en falta a mi gente. Aquellas semanas han supuesto un vacío que no volverá a llenarse, pero los abrazos ahora calman como nunca antes lo habían hecho.