Esta obra constituye un claro ejemplo de la época madura del pintor, en la que ya domina plenamente ese característico empleo de la luz propio de sus paisajes pintados del natural. El asilo de San Bernardino, situado en torno al encuentro entre las actuales calles de Isaac Peral y Donoso Cortés, se fundó en 1834, en las instalaciones del recién desamortizado convento de San Bernardino y funcionó durante el resto de esa centuria como asilo de carácter municipal destinado a albergar a mendigos de ambos sexos; aunque no fue clausurado hasta 1907, en los primeros años del siglo XX ya se encontraba en franca decadencia como lo revela la pintura de Aureliano Beruete.