Uno de los hechos de la historia de Madrid más representado en sus calles es el Levantamiento del Dos de Mayo de 1808, simbolizado en el Obelisco de la plaza de la Lealtad, en el grupo de los militares Daoíz y Velarde, en la estatua al teniente Ruiz y en varias lápidas conmemorativas.
En la actualidad, este monumento está formado por las esculturas de los militares Luis Daoíz (1767-1808) y Pedro Velarde y Santillán (1779-1808) y como fondo el Arco de Monteleón, único resto del Parque de Artillería del mismo nombre que defendieron los mencionados militares uniéndose a la revuelta popular y contradiciendo la orden de sus superiores, hasta su heroica muerte. La iniciativa de levantar un homenaje a los héroes partió del propio rey Fernando VII y fue sufragado por el Cuerpo de Artillería. Fue encomendado al escultor Antonio Solá, quién lo realizó en 1822, durante su estancia en Roma, tras presentar un presupuesto que ascendía a 3.000 duros para realizarlo en mármol de Carrara. Fue traído a Madrid en 1831 y se expuso en el Museo del Prado, para instalarse quince años después en el Parterre del Retiro, sobre el pedestal construido para sustentar la estatua ecuestre de Felipe IV cuando se pensó instalarla aquí. Posteriormente fueron trasladados de nuevo al Museo del Prado de donde salieron en 1869 para ser colocados en la confluencia de las calles Carranza y Ruiz y mantenidos hasta 1879. El pedestal, obra del arquitecto Francisco Jareño, era muy sencillo y se le añadieron unas inscripciones: en la parte frontal: “A DAOIZ Y VELARDE / EL / AYUNTAMIENTO / POPULAR / DE / 1869” y en la parte posterior unos versos de Espronceda; retiradas por orden de Alfonso XII y repuestas de nuevo en 1981 por el Ayuntamiento. En 1872 se presentó un nuevo proyecto para el pedestal, obra de un arquitecto apellidado Salinas –probablemente, Cirilo Salinas Pérez-, que no llegó a realizarse. El ministro de Fomento, conde de Toreno, por Real Orden de fecha de 16 de enero de 1879, dispuso que se trasladara nuevamente al Museo del Prado, frente a su entrada principal, donde permaneció hasta 1901. Nuevamente fue conducido a otra ubicación, esta vez a la plaza de la Moncloa, donde estuvo hasta el año 1932, que fue instalado definitivamente en la plaza del Dos de Mayo, junto al Arco de Monteleón, ámbito urbano que fue remodelado recientemente por el arquitecto Pedro Moleón. Dicho arco es el único resto arquitectónico existente de la puerta de ingreso del antiguo Parque de Artillería, reedificado sobre los restos del palacio de los marqueses del Valle y de Terranova, duques de Monteleón y descendientes de Hernán Cortés, que fue construido en 1690 y destruido por un incendio en 1723. El Ayuntamiento inició en febrero de 1868 los trámites para la adquisición del arco con el fin de reinaugurar el monumento el 2 de mayo de ese mismo año, pero por diversos motivos no se llevó a cabo hasta un año después, en mayo de 1869.
Antonio Solá, último de los grandes escultores del neoclasicismo español, nació en Barcelona en 1787. En 1802 obtuvo una pensión de la Junta de Comercio para ir a estudiar a Roma y más tarde consiguió ser pensionado por la Academia de San Fernando, lo que le permitió instalarse allí definitivamente. En 1837 logró ser nombrado Presidente de la Academia Italiana de San Lucas, puesto que sólo otro extranjero insigne había conseguido: Thorvaldsen. Su contrato le exigía mandar a España periódicamente obras; sin embargo, su fama no impidió que al final de sus días pasara dificultades económicas al suprimir la corona española en 1855 el cargo de Director de Pensionados; murió en el Palacio de España de Roma en 1861, donde había pedido una estancia para vivir.