Patrimonio urbano
Ramón de la Cruz
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Descripción
Titulo:
Ramón de la Cruz
Fecha:
1991
Lugar:
Madrid
Descripcion:
C/ Cedaceros, 3
Distrito: Centro
Colocada en el año 1991
Editor: Ayuntamiento de Madrid
Tipo:
Placa conmemorativa
Signatura:
s/sig

Comentario
En este lugar entonces Palacio de la Condesa-Duquesa de Benavente, RAMÓN DE LA CRUZ, creeador del sainete madrileño, falleció en 1794.

“Yo escribo y la verdad me dicta” fue el lema del escritor madrileño Ramón de la Cruz (1731), uno de los tres “Ramones” en los que se fundamenta la esencia literaria de lo madrileño: Mesonero Romanos y Gómez de la Serna. Curiosamente al nombre de nuestro escritor siempre hay que anteponerle el Don. Don Ramón de la Cruz, es como quiso conocerle su pueblo. Su tratamiento no fue por su oficio administrativo de Oficial de la Contaduría General de Penas de Cámara y Gastos de Justicia del Reino, es por ser el sainetero de la vida de Madrid. A su verdad teatral concurrían a diario el engolado, el petimetre, el menestral, el majo…. desgranando su psicología y sus deseos que son los de la sociedad madrileña en el reinado de Carlos III y principios de Carlos IV.

Escribió toda clase de géneros teatrales y dejó en el mundo unas cuantas zarzuelas pioneras a su momento álgido un siglo mas tarde. Pero Don Ramón es, lo que es, por esas breves composiciones, versiones dieciochescas de los entremeses que son los sainetes, muchos, más de cuatrocientos.
Ramón de La Cruz vivió los últimos años muy protegido por la Condesa - Duquesa de Benavente, su gran mecenas, que tenía su Palacio con fachadas a la calle de Alcalá. Su interior era inmenso y poseía un teatro privado para el que escribía Don Ramón y donde la duquesa, exquisita en su sensibilidad cultural, mantenía tertulias y cenáculos de alto nivel. En él vivió con su mujer y su hija, hasta que el relente de la primavera de 1792 le provocó una pulmonía que le dejó muy abatido y falto de defensas con varias recaídas que acabaron con su vida, en este templo del amor a la literatura y las artes, el día 5 de marzo de 1792. La duquesa no abandonó a su familia y la dotó con una pensión de seis reales diarios.
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