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Patrimonio urbano
Teatro Apolo
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Descripción
Titulo:
Teatro Apolo
Fecha:
1991
Lugar:
Madrid
Descripcion:
C/ Alcalá, 45
Distrito: Salamanca
Colocada en el año 1991
Editor: Ayuntamiento de Madrid
Tipo:
Placa conmemorativa
Signatura:
s/sig

Comentario
En este lugar estuvo de 1873 a 1929 el TETARO APOLO cátedra de la zarzuela madrileña

El Teatro Apolo existió en el nº 51 de esta calle de Alcalá desde el 23 de noviembre de 1873 hasta el domingo 30 de junio de 1929. Se construyó encima de las ruinas del convento desamortizado de San Hermenegildo con todo lujo escénico y lleno de oropeles decorativos. Tenía 1.093 butacas y 36 palcos realizados por los arquitectos franceses Chanderlot y Festau, que eran el destino de un público provenía de la fabulosa entrada de carruajes, donde se introducían los coches de caballos hasta el vestíbulo. En su trayecto podían contemplar las columnas, la escalinata y balaustradas de ornamentado hierro fundido y las paredes de variados mármoles. Los saloncitos interiores fueron lugar de encuentros hasta la madrugada. Aquí se daban funciones de “El teatro por horas” y la “Cuarta de Apolo” (última sesión del día), que era para la gente más elegante.

A los 10 años de dedicación al género dramático, el Apolo tomó el camino de la Zarzuela y el sainete. Fue como una explosión de música, humor y sentimientos para todas las clases sociales. Todo Madrid estaba allí, porque era irresistible para la sociedad, divertido y hasta necesario para seguir viviendo. Dice Víctor Ruiz Albéniz, conocido como “El chispero”, que “puede jurarse que ni un solo madrileño de más de 12 años de edad había dejado de aplaudir algún sainete en el Apolo.” Aquí se estrenó “La Verbena de la Paloma”, “La Revoltosa”, “Agua, Azucarillos y Aguardiente”, “Doña Francisquita”, entre otras obras del género chico. Posteriormente vinieron la “bélle époque”, la moda parisina o el charlestón.

Pedro de Répide, en la despedida de este teatro, en 1929, afirmó: “Ceniza. Escombro. Polvo. Nada. Pero no es un pedazo de Madrid que se va. Es un pedazo que le arrancan. Y cuando caigan estos muros donde anidaron tantos sentimientos, al ver la oquedad del sitio donde el Teatro Apolo estuvo, todos sentiremos el horror de que a Madrid le han quitado algo de su entraña, y este será un vacío que no se puede llenar con nada, porque era alma y era ilusión al tiempo que era sangre fluida y carne palpitante.”
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