Imagen de la Puerta del Sol en la que un nutrido y bullicioso grupo de personajes, algunos de ellos ataviados con disfraces, festejan la llegada de los reyes magos, mientras que en el centro de la composición un personaje provisto de una escalera de mano y un capazo se dirige hacia una de las esquinas de la plaza. El escenario donde se desarrolla la escena está enmarcado por la Casa de Correos, situada a la izquierda y al fondo se levanta la iglesia del Buen Suceso, todavía con su célebre reloj iluminado con ocasión de la fiesta.
Esta obra firmada por José Castelaro en 1839 constituye un claro ejemplo de la pintura costumbrista decimonónica en la que el pintor, empleando un tratamiento de la luz en el que algunos estudiosos han querido ver la influencia de Eugenio Lucas Velázquez, refleja el ambiente festivo de la Puerta del Sol, como centro neurálgico de la ciudad donde, de manera más o menos espontánea, se han celebrado, al menos desde el siglo XIX, todos los acontecimientos de la ciudad. Su carácter neurálgico obligó apenas veinte años después de que Castelaro pintara esta obra, a abordar una remodelación cuya traza aún se conserva en la actualidad y pocos años más tarde se demolió la iglesia del buen Suceso.
El personaje provisto de escalera y capazo, curiosos utensilios para portar en una noche de fiesta, tiene su explicación en la jocosa costumbre ya descrita por Madoz (1848:564) de gastar bromas a un inocente que debería emplear la escalera como atalaya para otear la embocadura de las calles adyacentes a la plaza con la intención de visualizar la llegada de los reyes magos y cargar en el capazo las supuestas monedas que estos habrían de repartir.
