Edificio promovido por el Ministerio de Gracia y Justicia con el fin de albergar el Archivo de Protocolos y Escrituras Públicas, que vendría a sustituir al de su antiguo emplazamiento en la Carrera de San Francisco, donde se hallaba desde su fundación en 1761. Las razones para el traslado eran claras y figuran en el proyecto de De la Concha como condiciones impuestas por el Ministerio, concretadas en el deseo de crear un contenedor, no solamente sólido, sino también incombustible. Se explica así la elección, como únicos materiales para su construcción de la piedra granítica o artificial, el ladrillo y el hierro fundido o dulce, aplicado por ejemplo en la armadura francesa o Polenceau de la cubierta. Consiste en un volumen de planta rectangular con tres fachadas, pues aún siendo medianero se separa de los edificios colindantes laterales por patios o callejones de servicio, con el mismo fin de aumentar su seguridad. Tiene cuatro niveles: semisótano, bajo, principal y sotabanco en la parte posterior, organizados en una crujía paralela a cada uno de los cuatro lados, dejando en su interior un "patio bastante espacioso".
En los pisos inferiores, y en la crujía de fachada, se disponen el vestíbulo de ingreso y despachos del archivero y personal dependiente y en el segundo o ático la vivienda del encargado de la custodia del Archivo. La decoración es "extraordinariamente sencilla, tanto en el interior como en el exterior; porqué el uso puramente utilitario del edificio y la relativa economía que ha de presidir a su construcción, así lo exige, limitándose, por tanto, en su fachada a las labores con el ladrillo que ha de quedar al descubierto". Precisamente esta ornamentación contribuye a su imagen ecléctica, pues sus rasgos neoárabes, apreciables en su ladrillo bicolor, contrastan con el clásico zócalo de cantería y cornisa y el barroquizante escudo con las armas reales, que corona el eje central de la composición.
La decoración es "extraordinariamente sencilla, tanto en el interior como en el exterior; porqué el uso puramente utilitario del edificio y la relativa economía que ha de presidir a su construcción, así lo exige, limitándose, por tanto, en su fachada a las labores con el ladrillo que ha de quedar al descubierto". Precisamente esta ornamentación contribuye a su imagen ecléctica, pues sus rasgos neoárabes, apreciables en su ladrillo bicolor, contrastan con el clásico zócalo de cantería y cornisa y el barroquizante escudo con las armas reales, que corona el eje central de la composición.
