El Conde de Peñalver, verdadero promotor de la obra, propuso que si no acudían licitadores a futuros concursos, se realizaran las obras por la Administración. Al mismo tiempo, propuso modificar el pliego de condiciones para la ejecución de las obras de modo que el Ayuntamiento se hiciera cargo de las expropiaciones y que en vez de por subasta las obras se concedieran por concurso. De esta forma se abría el camino a la concesión definitiva de las obras de la Gran Vía.