La escena recoge el momento en el que el féretro del insigne escritor, fallecido en su casa madrileña el 27 de agosto de 1633, pasa ante la verja del vecino convento de Las Trinitarias, donde profesaba su hija, quien, deshecha por el dolor, estira sus brazos unidos entre los barrotes, en actitud de plegaria y desesperación, ante la visión del paso del cadáver paterno. Éste es llevado en un ataúd tachonado, a hombros por varios sacerdotes, acompañados por capuchinos con cirios encendidos, ante el pueblo que se agolpa en la estrecha calle y que descuida su mirada del cortejo mortuorio expectante ante la reacción de la monja.
A la izquierda, varios caballeros de la alta nobleza, ataviados a la austera moda impuesta por Felipe IV, y, en el lado contrario, una madre explica a su asustada hija el dramático espectáculo de que es testigo.
Fuente: Catálogo de las Pinturas, 1990, pág. 229. Museo Municipal de Madrid.
