Constituye una de las piezas más significativas de la pintura madrileña.
El paño de pureza flotante, de rica tela oriental, contribuye a dar movimiento y colorido a la composición, a la que sirve de fondo una curiosa visión de la ciudad de Jerusalén, iluminada por las luces rojizas del ocaso e interpretada con un lenguaje arquitectónico de cúpulas y chapiteles plenamente madrileño que en otras versiones de este tema elaboradas por Pereda llegan a reconocerse edificios concretos.
Fuente: Catálogo de las Pinturas, 1990, pág. 84. Museo Municipal de Madrid