En el año 1992 este local tuvo la gran oportunidad de poder incorporar el espacio de unos 80 metros cuadrados, que pertenecían a la antigua tienda de muebles con la que lindaba. Suponía contar con dos salones mas en los que se distribuyeron 19 mesas, que sumando las 10 ya existentes, ampliaba el aforo de comensales a unas 100 personas. A partir de entonces comenzó una etapa de éxito y popularidad para este establecimiento. Además de la calidad y el buen servicio que se ofrecía, otra de las causas es que ya en Madrid quedaban pocos sitios donde poder comer gallinejas. Si a mediados del siglo XX existían unos 75 locales y quioscos callejeros dedicados a este producto, en los años 90 se podían contar con los dedos de una mano.
Fuente: DOMINGO, Gabino / SANZ, David. Las gallinejas. Madrid : G. Domingo, 2011. Pág. 118 - 119