Leemos un artículo de la Revista Crónica del 17 de junio de 1934 que habla de la Plaza de Santa Ana y su transformación ocurrida en la segunda mitad de los años 20.
“Los «cervezómanos» habían establecido aquí su paraíso. Sobre los pequeños veladores se elevaban torres de fieltros, y unos hombres de chaqueta blanca y bandeja cruzaban la calle, toreando a los automóviles, trayendo vasos llenos y llevándoselos vacíos, mien¬tras otros ofre¬cían su mercancía a los devoradores de marisco.
Los niños no entraban en estos jardines. Cuando alguno se atrevía a corretear por entre las mesas, parroquianos, cama¬reros y vendedores de mojama consideraban el acto como una profanación intolerable, y de un modo nada cordial los alejaban de aquellos lugares sagrados” (...).
Sin embargo Cecilio Rodríguez, Jardinero Mayor “Aprovechó el invierno, cuando los «cervezómanos» no podían verle, y se llevó todos los bancos de madera y dispuso otros de azulejos, de evidente mal gusto, pero, en compensación, bastante incómodos. La plaza había sufrido una transformación completa.
La chiquillería inició la reconquista. Y vencieron, Pero fueron piadosos con los vencidos. No los echaron a patadas, como habían hecho con ellos. Y si pasáis ahora por la plaza de Santa Ana, veréis a los bebedores de cerveza que están allí, como de prestado. El polvo que levantan los chicos al correr cae sobre los vasos de cerveza. Es el único castigo de los triunfadores, y los derrotados lo aceptan sin protesta.
