El gran convento de Agustinos del Prado y su extensa huerta de viñedos fue el lugar que Diego Saavedra y Fajardo, quien había tomado las órdenes menores, eligiese para descansar de tantos conflictos como había tenido en la vida.
Don Diego nació en 1584. Estudió en el seminario y se licenció en Jurisprudencia y Cánones en la Universidad de Salamanca. Tuvo diversas misiones diplomáticas en Nápoles, Sicilia y Roma. Ganó la confianza de Felipe IV, que le nombró “Procurador en la Corte Romana”. Fueron años de negociaciones sobre las atribuciones de la Curia y la Nunciatura con la Corte de Madrid. Aunque no recibió las órdenes mayores, se le nombró canónigo de Santiago y asistió a los cónclaves que eligieron a los papas Gregorio XV y Urbano VII.
Felipe IV, que tenía gran confianza en sus dotes diplomáticas y le encargó gestionar una parte importante de sus relaciones políticas durante treinta y cinco años en Italia, Alemania y Suiza. Fue embajador en Roma en 1631 y marchó a Baviera en 1633, en medio de las luchas más encarnizadas de la Guerra de los Treinta Años.
El Conde Duque de Olivares le nombró “Plenipotenciario de la Dieta Imperial de Ratisbona”, “Caballero de la Orden de Santiago” y, más tarde, “Plenipotenciario para la Paz de Wesfalia”, que se firmó justamente cuando él moría en Madrid, el 24 de Agosto de 1648.
Su obra política y literaria fundamental fue “Idea de un príncipe político cristiano representado en cien empresas”, publicada en Munich en 1640 y en Milán en 1642 .