En este lugar vivió de 1923 a 1936 el beato PEDRO POVEDA (1874-1936). Humanista y pedagogo fundador de la Institución Teresiana.
El texto de la placa está inspirado en la declaración que hizo la UNESCO en 1974 al incluir a Pedro Poveda como “pedagogo y humanista español” en el calendario para la celebración de aniversarios “siendo uno de los personajes ilustres en el campo de la educación, la ciencia y la cultura que han influido profundamente en el desarrollo de la sociedad humana y de la cultura mundial.”
Nació en Linares el 3 de diciembre de 1874. Fue sacerdote, trabajó en sus comienzos en la acción social viviendo intensamente con los gitanos en las Cuevas de Guadix, modificando sus vidas. En 1906 fue nombrado Canónigo de la Basílica de Covadonga. Con oración y estudio proyectó una acción pedagógica, para servir a una necesidad surgida a partir de la Ley de Educación vigente que obligaba a los docentes a homologar estatalmente los estudios de magisterio. Poveda aportó un modelo educativo basado en la centralidad de la persona, creó métodos innovadores e implantó un estilo de modernidad fundando la revista “La Educación Moderna”, un Centro Pedagógico, en Gijón, y en 1911 la primera academia de la Institución Teresiana para estudiantes de magisterio, en Oviedo. En 1914 abrió en la calle Goya de Madrid la primera Residencia para Mujeres Universitarias de España. Su objetivo fue siempre la conciliación entre fe y cultura: “Junto a la fe pongo yo la ciencia”, afirmaba.
Pedro Poveda se trasladó a Madrid en 1921 al ser nombrado Capellán de la Casa Real y en 1923 se trasladó a vivir a esta casa, como se recuerda en la placa, siendo también residencia de jóvenes y sede de la Institución. Desde ella fundó escuelas, creó academias, impulsó asambleas de profesores para la renovación pedagógica, organizó asociaciones de universitarias, impulsó la Campaña Nacional contra el Analfabetismo. Pedro Poveda es actualmente Santo. Esta placa pone “beato” porque se fue instalada en 2001 antes de que fuera canonizado, en Madrid, por el Papa Juan Pablo II, el día 4 de Mayo de 2003.