Sobre un pedestal cilíndrico de tres tramos: basa, fuste y coronación, en piedra caliza blanca, se levanta el grupo escultórico en bronce, que representa mediante cinco figuras al heroico teniente Luis Daoíz herido y apoyado en el cañón sobre el que destaca la alegoría alada de la Gloria, por debajo sobresale un niño que sujeta la mano de Manuela Malasaña muerta y ataviada de manola y a su izquierda yace derrumbado el cadáver del chispero Juan Manuel Malasaña. En el frontal destaca una cartela de mármol coronada por un escudo con hojas de roble, igualmente en bronce.
Se trata de una de las mejores obras del escultor Aniceto Marinas y una joya escultórica dentro del parque, llena de expresividad y movimiento, con un sentido dramático y neobarroco muy propio de su momento. El pedestal tiene una traza bien proporcionada y se basa en un orden clásico comprimido con basa, fuste y entablamento claramente diferenciados. La ubicación en los jardines de Ferraz es la que antes tenía el teniente general Cassola y ha quedado condicionada urbanísticamente por los cortes que producen las entradas del túnel hacia la calle Irún, que convierten al lugar en un recinto residual y aislado del resto del parque. El arbolado circundante es de plátanos de gran porte y calidad, pero son inexplicables las moreras péndula que pretenden rodear a la obra.
El estado del monumento es bueno, si bien se observa, al comparar con las fotos antiguas, una de ellas de 1909, que falta la corona del escudo, que es la corona real correspondiente al reinado de Alfonso XIII y que, probablemente, fue retirada durante la República.
La escultura era el envío de tercer año del escultor Aniceto Marinas como pensionado de número en Roma y mereció Medalla de Primera
Clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1892, siendo adquirida por el Estado para el Museo de Arte Moderno. Conmemora el heroísmo del pueblo de Madrid el dos de mayo de 1808 mediante un grupo escultórico formado por el teniente Luis Daoíz, el chispero Juan Manuel Malasaña, su hija Manuela Malasaña y un niño anónimo. Con motivo del centenario del dos de mayo de 1808, a iniciativa del Centro de Hijos de Madrid, se pensó vaciar en bronce el yeso original para levantar un monumento conmemorativo, que fue financiado por suscripción popular con un coste de 43.703,78 pesetas, a las que se sumaron los gastos para la gran fiesta de inauguración. Como anécdota se sabe que no dio tiempo a fundir el grupo y se tuvo que inaugurar el 4 de mayo de 1908 con una réplica en escayola patinada que sorprendió a los madrileños al desteñirse con las primeras lluvias, aunque en noviembre del mismo año ya se colocó la escultura definitiva. En origen se levantó en la glorieta de San Bernardo, trasladándose después a la glorieta de Quevedo y en 1967 a su actual ubicación, donde antaño se levantaba la estatua del Teniente General Manuel Cassola, que fue trasladada a la plaza de Mariano de Cavia.
