Cumple un programa similar al de los otros cines construidos hacia las mismas fechas en la Gran Vía, como su vecino el Palacio de la Música, que se proyectaron con una gran sala cinematográfica en las plantas superiores y un local para sala de fiestas en el sótano, que todavía se conserva: la Sala Pasapoga, casi una reliquia de aquéllas que fueron tan populares hace años. La forma rectangular del solar y su disposición en esquina facilitó la organización en planta ocupando el eje mayor. Los criterios estéticos de José Miguel de la Quadra-Salcedo mantienen una decoración sobria pero que aprovecha la suntuosidad de los órdenes clásicos y la riqueza de materiales, sobre todo en el interior. El vestíbulo, por ejemplo, está ejecutado con mármol de distintos colores.
La fachada, que no tiene la ligereza de la del Palacio de la Música, es más maciza, más una "caja" de cine, con una sucesión de pequeños vanos en un paño de ladrillo al que se sobreponen altas y delgadas pilastras jónicas de granito. Tras un primer proyecto de remodelación y reforma para centro comercial, encargado a Ignacio y Eduardo Barceló en 1994, finalmente fue transformado en varias salas, a partir de 1998 por López-Izquierdo.
