Aquí estuvo la inclusa donde vivió Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro.
A Eloy Gonzalo se le conoce como “Cascorro” por ser el nombre de la Plaza Militar que durante la Guerra de Cuba de 1898 le convirtió en héroe. Su trayectoria vital comienza en este lugar que señala la placa como la vieja Inclusa, donde apareció a las 11 de la noche de su primer día con un documento que decía: “Este niño nació el primero de Diciembre a las seis de la mañana, está sin bautizar y rogamos se le ponga el nombre de Eloy Gonzalo García, hijo legítimo de Luisa García, soltera, natural de Peñafiel... el niño ha nacido aquí, en Madrid y diciembre 1º de 1868.” Se le bautizó en este establecimiento perteneciente a la Parroquia de San Lorenzo.
A los nueve días la Inclusa confió su crianza a un matrimonio de San Bartolomé de Pinares, en la provincia de Ávila: Braulio de Miguel y Francisca Díez, él Guardia Civil. Con ellos vivió en Robledo de Chavela y en Chapinería. Los padres adoptivos le prohijaron y le dieron los apellidos. Trabajó de pastor y descubrió su verdadera identidad después de fallecer sus segundos padres, cuando fue a alistarse en el servicio militar. Perteneció al Regimiento de Dragones de Lusitana nº 12, donde ascendió a cabo y pasó al Cuerpo de Carabineros de Infantería destinándole a Estepona. El 19 de Febrero de 1895 cometió un delito de insubordinación militar en Algeciras. El hecho fue que, a punto de casarse, encontró a su novia siendo infiel con su propio teniente, despertando en él una furia tal que hirió a su prometida. Se le juzgó en Consejo de Guerra y su sentencia fue de doce años de prisión en la penitenciaria de Valladolid.
Un Real Decreto le permitió pedir, como penado militar, su incorporación al ejército en la Campaña de Cuba, donde sirvió en el Regimiento de Infantería de Marina, nº 3.
Estando 170 soldados en el destacamento de los españoles sitiados por 3.000 atacantes que habían tomado una casa enfrente donde se guarecían, se consideró volarla. Dicen que Eloy se acercó al Capitán Neila de Cilia y le dijo que él estaría dispuesto a la arriesgadísima acción de volar la casa siempre y cuando fuera atado a una cuerda para que el enemigo nunca se apoderase de su cadáver. Su gesta fue perfecta, enorme el reconocimiento patrio y las condecoraciones y salario, pero no llegó a recibir el afecto de la gente de su Madrid porque murió de fiebres en Cuba, nueve meses después de su hazaña.