Afincada en España desde 1967, la figura de Eva Lootz, cuya obra empezó a conocerse con amplitud en Madrid a partir de 1976, en la Galería Buades, está estrechamente asociada con la del escultor Adolfo Schlosser, el pintor Juan Navarro Baldeweg y el filósofo chileno Patricio Bulnes, que escribió ampliamente sobre sus respectivas poéticas en revistas y catálogos de aquellos años.
Aunque de difícil adscripción, la obra de Eva Lootz se sitúa en el ámbito –laxo– de la indagación y experimentación sobre ciertos materiales, los procesos derivados de sus diferentes utilizaciones y la implementación de acciones variadas con ellos, cuyo resultado va más allá de la condición escultórica que posee, en general, su obra, y de cuya ambigüedad participa esta obra que, aunque bidimensional como una pintura, por su tratamiento técnico y los materiales empleados –entre ellos la parafina, con la que Eva Lootz trabajó en diversas ocasiones, una de cuyas obras tiene ese mismo título (Parafina, 1977)– nos hablan más de una estética procesual que de una adscripción meramente pictórica o escultórica.
La investigación de Eva Lootz sobre diversos materiales –parafina, metales, tierras o lana– se asocia con una fenomenología relacionada con los objetos de uso cotidiano, pero también con acciones artísticas específicas derivadas, en una contexto que podemos calificar de antropología material intensiva, muy en consonancia con las acciones de los artistas conceptuales de los primeros años setenta; acciones determinadas por el campo de la experiencia en coordenadas tan amplias como el espacio físico, el cuerpo, la textura de los materiales y la acción del tiempo sobre los objetos. Sus comienzos, inicialmente abstractos, en la esfera del postminimalismo, desembocaron sin solución de continuidad en una estética de una densidad próxima a ciertos postulados del arte povera.
Esta obra, Sin título, novedosa por el uso de la parafina aplicada (no como pigmento) en secuencias longitudinales y paralelas que repiten un ritmo obsesivo, a base de trazos irregulares perpendiculares y cadenciosos que absorben una luminosidad tornasolada y potencian las calidades texturales de la materia empleada, se puede encuadrar dentro de las estéticas seriales y repetitivas del minimalismo, pero sin las connotaciones matemáticamente geométricas y generalmente frías de algunas de sus obras clave. Sin título (1980) se encuadra dentro de los múltiples ensayos que Eva Lootz venía realizando desde mediados de los setenta en el ámbito de un arte incardinado en las corrientes procesuales, donde la materia y sus cualidades específicas juegan, por inversión, un papel transformador preponderante, como en este caso, donde materia y proceso forman una unidad indistinta. MAC/EAL