Artista de dilatada trayectoria, Gustavo Torner es uno de los principales representantes de lo que en algún momento se ha llamado la estética conquense vinculada con la creación del Museo Abstracto de Cuenca, del que fue uno de sus fundadores. En las obras de este artista podemos detectar una presencia determinante por las formas geométricas y matemáticas debidas en gran parte a su formación como ingeniero. Su obra se ha desarrollado dentro de esa amplísima y fecunda vía de la abstracción geométrica dentro de la cual ha experimentado con muy diversos materiales, tanto en la pintura como en la escultura, preocupado a veces por encontrar una síntesis entre ambas como ejemplifica esta obra.
En contraposición con otras corrientes abstractas, bien matéricas o de tipo expresionista y gestual, el lenguaje de Gustavo Torner se ha caracterizado por la elegancia, el orden y la brillantez como se hace evidente en estas Polaridades a Hermann Hesse, uno más de los múltiples homenajes que el artista ha concebido como perpetuo diálogo entre su pensamiento y otros creadores de distintas épocas. La composición de la obra evoca la tensión entre la bidemensionalidad propia de la pintura y la tridimensionalidad de la escultura enmascarada por la reducida gama cromática que la recorre desde el negro al blanco y la extensa gama de grises intermedios.
Todo ello se encuadra bien dentro una vertiente minimalista que busca potenciar el acento abiertamente procesual de la obra frente a lo meramente objetual, pero sin caer en la ortodoxia reduccionista que normalmente caracteriza esta corriente artística. Polaridades a Hermann Hesse es una obra del año 1977 en la que se sintetizan las dos personalidades de su autor, como escultor y pintor, dentro de una búsqueda de la obra plástica total y buen ejemplo de la síntesis alcanzada por él en ese doble lenguaje plástico, en un momento en que Gustavo Torner, desde 1971 hasta 1977, se dedicó en gran medida a la escultura monumental pública. MAC/EAL