En 1980, José María Sicilia residía en París, y en esta ciudad realizó su primera exposición individual en 1982. Dos años más tarde expuso por primera vez en Madrid, en la galería Fernando Vijande, donde mostró un conjunto de obras realizadas entre 1983 y 1984, en las que ya se podía apreciar una gran madurez formal y conceptual, pese a su juventud. Tres años después, en 1985, participaría junto a Miquel Barceló, Ferrán García Sevilla, Miguel Ángel Campano y Menchu Lamas en la exposición Five Spanish Artists en la ciudad de Nueva York, como representantes del nuevo arte español y de la renovación artística que supuso el inicio de la década de los ochenta en nuestro país.
Hubo, en el caso de José María Sicilia, una gran diferencia entre lo expuesto en el año 1984, momento al que pertenece esta Puerta de Alcalá, y las obras realizadas para la exposición neoyorkina. Los temas de la exposición en la Galería Fernando Vijande lo constituían objetos y paisajes urbanos como este, estilísticamente ajenos a cualquier resonancia pop o hiperrealista, dos estilos bien avenidos con este tipo de asuntos. El estilo de Sicilia en estas obras debe mucho todavía al gestualismo matérico del informalismo o el expresionismo abstracto, pero sin el sentido dramático de aquellos pintores, situable en la línea de lo que estaban pintando en ese momento los neoexpresionistas alemanes, a base de una pintura empastada de gran énfasis plástico, cercano a las propuestas de la llamada "bad painting".
En dos entrevistas que le hicieron ese mismo año de 1984 para las revistas Figura y Comercial de la Pintura, Sicilia aclaraba algunas de sus intenciones pictóricas del momento: para él no se trataba tanto de representar el objeto elegido como el sentimiento que le producía en su relación cotidiana con él y subrayaba cómo quería hacer una pintura que se sostuviera por ella misma y no porque estuviese apoyada en una idea previa, contase alguna historia o encerrara un mensaje. Un ideario, en definitiva, de recuperación y vuelta a la pintura desde sí misma y desde los valores intrínsecos del cuadro.
En las obras de esta etapa, y en concreto en esta Puerta de Alcalá -quizá pintada como homenaje a su ciudad natal donde iba a exponer por primera vez- conviven, como ha subrayado Paloma Esteban, lo apolíneo y lo dionisíaco, una afán estructurador con una materia densa de carácter expresionista, dentro de una elección de motivos figurativos simples y monumentales en el que aquí, en este tema del paisaje urbano madrileño, muestra Sicilia una mayor y ordenada estructuración del volumen, quizá determinado por la fuerte presencia que tiene este edificio tan emblemático y definitorio de nuestra ciudad. Puede decirse que Sicilia ha sabido captar esa fuerte presencia del edificio más allá de lo meramente físico y que ha conseguido expresar también su alma interior. MAC/EAL