Miembro integrante del Grupo Atlántica que irrumpió en la Galicia de los años ochenta, Menchu Lamas evolucionó sin solución de continuidad y sin brusquedad desde la abstracción hacia una figuración de tono neoexpresionista que adoptó dentro de aquel intenso grupo de pintores atlánticos un cierta especificidad vinculada con la cultura y la antropología, los mitos y la tradición popular, lo románico y lo barroco de las artes gallegas.
En el año en que está fechada esta obra, Menchu Lamas fue seleccionada junto con Miquel Barceló, Ferrán García Sevilla y Miguel Ángel Campano en la exposición Five Spanish Artists en la ciudad de Nueva York, como representantes del nuevo arte español y de la renovación artística que supuso el inicio de la década de los ochenta en nuestro país, de la que Menchu Lamas es una de sus principales exponentes.
Las obras de estos años a los que pertenece Serpe, como ella, evocan formas autóctonas, de raigambre popular, tratadas con una gran economía de medios, simplicidad, monumentalidad y fuertes contrastes cromáticos; una pintura que ha sido considerada en cierta forma totémica y que aseguraba, en el contexto de la vanguardia de aquellos años, la continuidad de la cultura gallega como expresión propia y diferenciada. Signos o temas como el círculo o la mano, que aparecen en esta obra, son recurrentes en algunas de sus composiciones, y han sido interpretados como resonancias de una mitología misteriosa. Pero lo importante es sobre todo la organización espacial y formal, el lenguaje en definitiva, con el que estructura Menchu Lamas sus obras; asimismo esos signos, simbólicos o no, siempre delimitados por intensos contornos, se comportan como soportes generadores de la composición y crean el espacio específico para la pintura, caracterizada como ha señalado algún crítico, en su caso, como pasión cromática.
En ese sentido, la misma Menchu Lamas ha confesado que el color es para ella opaco como un muro, como también, respondiendo a la crítica que ha interpretado que estas obras hunden sus raíces en un sentir antropológico muy arraigado en la cultura popular gallega, ha declarado que no sabe de dónde salen ni de dónde provienen y que esa asimilación con la Galicia rural nunca la ha compartido. El profesor Javier Maderuelo ha destacado cómo los cuadros de Menchu Gal de esta época dejan de ser ventanas para convertirse en muros, cargados, diríamos, de preguntas cuya respuestas quisiéramos conocer aunque sabemos que no podremos. Quizá estas figuras ancestrales -como esta "serpe" voraz o glotona, cuya composición crea un círculo mágico sobre el muro de color rojo- sea una de esas figuras abisales de la memoria prehistórica como comentó de su obra el profesor Calvo Serraller. MAC/EAL