Pequeña figurita femenina a la que le faltan la cabeza, los brazos y parte de las piernas. La figura está apenas modelada detallándose únicamente los pechos, las nalgas y la línea de separación entre las piernas. La cabeza está fracturada a la altura del cuello, y las piernas a la de las rodillas. En los hombros, por el contrario, no se aprecian fracturas, lo que unido a la presencia de sendas perforaciones en el lugar en donde deberían comenzar los brazos hace pensar que las extremidades superiores, hoy perdidas, fuesen articuladas. Las superficies aparecen muy erosionadas y con adherencias que denotan la presencia de hongos.
Este tipo de figuritas articuladas son muy corrientes en el mundo clásico y las encontramos desde el periodo griego arcaico hasta el final del Imperio romano fabricadas en diversos materiales: hueso, marfil, ámbar, o como en este caso, arcilla cocida. Pueden tener articulados brazos y piernas o sólo los brazos, siendo también muy habitual que presenten un orificio en la parte superior de la cabeza para ser suspendidas. Las estatuillas de terracota como ésta solían fabricarse con molde, por separado el tronco y la cabeza de las extremidades, que posteriormente se unían mediante almbre o cuerda, y podían estar además pintadas. La escasa definición de los detalles corporales y los restos de tejido encontrados en algunas de ellas han llevado a considerarlas tradicionalmente como muñecas.
Hoy en día, sin embargo, no hay consenso para explicar su funcionalidad. Algunos autores no consideran admisible esta interpretación alegando que la fragilidad de estos objetos no los haría adecuados para su uso como juguete infantil. Su presencia en contextos arqueológicos muy variados (domésticos, rituales, funerarios) no siempre relacionados con el mundo infantil ha llevado a considerarlas, por el contrario, como imágenes de culto, exvotos o amuletos.
Comentario extraído del Catálogo en línea del Museo de San Isidro. Los Orígenes de Madrid.