Se planteó el edificio como dos casas independientes con distintas soluciones en planta, unidas por un pasadizo-vestíbulo en el nivel inferior que permite el acceso por las dos calles. Eran viviendas de lujo, como corresponde al magnífico solar, situado en el inicio de la Gran Vía. Las viviendas se disponen de forma lineal a ambos lados de la planta en V, dejando en el centro los patios de luces y los núcleos de escaleras. La pieza más singular es la esquina, que es aquí la auténtica protagonista.
En ella se proyectaron viviendas dúplex y está resuelta con una gran rotonda rematada con dos tolos o templetes circulares superpuestos. El otro extremo del edificio lo rematan cubiertas de pizarra en mansarda. Laredo empleó en la composición de las fachadas un amplio repertorio que combina elementos evocadores del mundo medieval y renacentista y se recrea en los pormenores decorativos, entre los que destacan los paneles cerámicos de Daniel Zuloaga.