El primitivo edificio de Ortiz de Villajos tenía una fachada mucho más tradicional que la actual. Fue muy dañada durante la Guerra Civil y se encargó una nueva a Fernández-Shaw, que la proyectó como pórtico gigante, con un arco de triunfo que, como expresa F. Cabrero, obedece a una voluntad expresiva, a una búsqueda de imagen unitaria totalizadora en una clara evolución de la fachada del edificio Coliseum de 1931. Es interesante el hecho de que también se proyectase la iluminación artificial para aumentar su expresividad a través de las aplicaciones decorativas en bronce, que sirven como elementos luminosos. El remate escultórico es de Victorio Macho.