En marzo de 1926 el Ayuntamiento de Madrid adoptó, a través de la propuesta del ingeniero Joaquín Moro un novedoso artilugio que facilitaba el tráfico por la capital, ya de por si congestionada. Consistía en la instalación en una serie de dispositivos con luces de colores que ordenaban la parada o arranque de los vehículos. Los primeros semáforos, aunque entonces no recibieran tal nombre.
Al hablar de este tema se suele mencionar únicamente al ubicado en la entrada a la calle Conde de Peñalver, actual Gran Vía. Pero nos estamos quedando cortos, ya que lo que se instaló en este lugar fue un auténtico entramado de señales luminosas con hasta seis señales diferentes en los lugares estratégicos de las calles afectadas.