Durante la postguerra, igual que existía una cartilla de racionamiento para poder adquirir artículos de consumo de primera necesidad, también estaba racionado el tabaco y los ayuntamientos repartían las tarjetas de fumadores con cupones que se canjeaban en el estanco por cajetillas de cigarrillos o picadura.
Según la ley del 1 de octubre de 1940 para conseguir esta tarjeta había que ser varón y presentar: la partida de nacimiento, cédula personal, cartilla de racionamiento alimenticio, declaración jurada que acredite que es fumador y un certificado de buena conducta.
Esta tarjeta perteneció a Bernardo Camarón vecino del Paseo de Yeserías, sus hijas donantes de este documento nos han confesado que su padre nunca fue fumador.