Óleo
Cobre
Pintura al óleo
Altura = 23,20 cm; Anchura = 18,40 cm
En primer plano San Isidro hace brotar el agua clavando su aguijada en el suelo.Su amo Iván de Vargas contempla el prodigio arrodillado descubriéndose la cabeza con la mano izquierda. Tras él, un criado sujeta el caballo por las bridas. En segundo plano un ángel conduce la yunta de bueyes en el milagro homónimo, todo ello ante un paisaje brumoso con fondo de montañas.
Foto: Alberto González Alonso
Obra de procedencia mejicana que en su día estuvo provista de un hermoso marco flamenco del siglo XVII, sin duda original. El análisis estilístico confirma el origen flamenco y la procedencia mejicana que sugieren el lugar de compra y la factura del marco de la obra, una más de las numerosas producciones sobre cobre que se pintaron en el XVII en Flandes (que entonces era una parte más de la monarquía hispánica, como Castilla o Nápoles) para ser exportadas a las Indias a través del puerto de Sevilla. La indumentaria y el rubicundo tipo fisonómico de san Isidro se apartan de lo que era habitual en la iconografía del santo durante el XVII en España, y detalles como el nimbo radiado son inconfundiblemente flamencos. Por lo demás la obra participa de las características de estas obras realizadas para la exportación, de un cierto tono impersonal y hasta rutinario, pero casi siempre dotadas de solvencia técnica y elevada calidad media, tal como puede apreciarse en las veladuras del fondo o en el típico árbol a contraluz. Detalles como el colorido de la indumentarias del santo e Iván de Vargas revelan aún resabios manieristas, por lo que la obra debería datarse a finales de la década de los 20 o a lo largo de la siguiente, cuando aún se encontraban estos rasgos manieristas en la obra de pintores como Hendrick de Clerck, a pesar de que por entonces ya se extendía por todo Flandes la influencia de Rubens, afincado en Amberes desde 1608.
Una hipótesis que estimo mucho menos probable es la de que se trate de la obra de algún pintor flamenco trabajando en Méjico, en cuyo caso podría ser de fecha algo posterior ya que influencias tardomanieristas reaparecen en el ambiente colonial a veces hasta en el siglo siguiente. Sin embargo detalles como lugar de fabricación del marco apoyan firmemente la hipótesis de que se trate de una obra flamenca exportada a la Nueva España, muy receptiva como se dirá más adelante a las pinturas de esta procedencia desde comienzos del siglo XVII.
El cuadro representa el milagro en que el santo hace surgir un manantial para aliviar la sed de su patrón Iván de Vargas, arrodillado ante el prodigio El milagro del manantial era ya conocido al parecer en la primera mitad del siglo XVI, y los testimonios escritos más antiguos al respecto se encuentran en la biografía de san Isidro de Villegas de 1592 y en el poema El Isidro de Lope de Vega, publicado en 1599. Sin embargo la escena aquí tratada adopta su forma definitiva después de la canonización del santo (junto con otros cuatro españoles, en 1622), puesto que deriva de un íÍgrabado conmemorativo obra de Giovanni Tonini (1). El grabado es de gran tamaño y representa escenas de la vida de los cinco nuevos santos canonizados alrededor de la imagen de la ceremonia celebrada en la basílica de San Pedro. Existe alguna representación del santo de fines del siglo XVI con el manantial a sus pies, pero la escena tal como se repetirá invariablemente en el futuro, con el grupo formado por Iván de Vargas y su criado sosteniendo las riendas del caballo y san Isidro golpeando el suelo con la aguijada, es sin duda creación de Tonini.
El gran interés museístico de la obra se deriva de su papel como muestra de los orígenes de una tradición iconográfica de representaciones isidrescas sobre soporte metálico de pequeño tamaño que ha llegado hasta nuestros días, tanto en Méjico como en el sur de Estados Unidos.
Como han mostrado los trabajos de Clara Bargellini (2), en la Nueva España el trabajo sobre cobre tuvo un desarrollo comparable al de Italia y Flandes desde época temprana, a partir tanto de numerosas importaciones de los Países Bajos como de una producción local importante ya desde mediados del XVII, que se generalizó en el siguiente y que dio lugar después a la tradición de pintura popular de los llamados retablos. Se trata de pequeñas obras sobre base metálica (hojalata, latón o zinc) o de tablero de madera, que desarrollan temas hagiográficos de carácter folclórico, siendo uno de los más populares el de la vida de san Isidro.
Comentario extraido del Catálogo del Museo de San Isidro. Los Orígenes de Madrid